Primero B

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lunes, 14 de octubre de 2013

Visita al Hogar Nuestra Señora de la Paz


El punto de reunión era en el Hogar Nuestra Señora de la Paz, hasta ese momento no sabía que pertenecía a la Fundación Las Rosas, de hecho no conocía cómo funcionaban estos hogares. Al ingresar vi un hermoso y cuidado jardín, de esos que dan ganas de sentarse a pasar la tarde.


Ya dentro de la casa  algunas delegadas de otros cursos estaban sirviendo jugo a los abuelos, una hermana indicaba en que sector estaban los ancianos que no pueden ingerir bebidas con azúcar y los que sí. Los demás delegados de Pastoral estaban visitando las instalaciones acompañados de una de las hermanas a cargo. Me sumé a repartir los refrescos y subí al segundo piso, me llamó la atención y sentí algo de pudor, al ingresar sin mayor restricción a las impecables habitaciones de los internos. Los abuelos, nos miraban y mostraban sus trabajos, estaban pintando con lápices de colores unas hojas con mándalas impresas. Las habitaciones son compartidas por tres personas y cada una de ellas tiene un balcón con plantas.
Mientras recorría el hogar vi lo organizados que están, tanto en evacuación de los abuelos en caso de emergencia, como en la higiene del área de manipulación de alimentos, todas las donaciones que llevó el colegio, fueron preparadas por la manipuladoras de alimentos del hogar, para mantener el protocolo de higiene y cuidar la salud de los ancianos.
A medida que uno recorre, aprecia que la vida es placida en este lugar. La hermana que guiaba la visita nos llevó a la Capilla del Hogar, donde oramos por ellos y por nosotros, por lo que nos llevó allá y por nuestras intenciones.




Dentro de toda la tranquilidad del lugar, lo más llamativo era que de los setenta y dos abuelitos, únicamente unos cuatro estaban siendo visitados por sus familias. Si bien los ancianos están asistidos y se
aprecian los reales esfuerzos de las hermanas que los cuidan, ellos están prestos por establecer una conversación, así llegaron distintas historias de vida: una abuela de nacionalidad polaca que llegó a Chile a los 20 años a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación Nazi en su país; un señor que me contó que aprendió de la vida que lo material no puede ocupar un lugar tan importante y agregó: “enséñele a sus hijos a rezar en la mañana y en la noche para agradecer por los dones recibidos”.



 Al rato apareció una de las hermanas tocando una campana, avisando que la once estaba servida, llegan los ancianitos en respuesta a sus puestos. Una hermana dirige la oración agradeciendo y bendiciendo los alimentos. Paso siguiente repartí las tarjetas que nuestros hijos hicieron para ellos, cada uno de los abuelos la agradeció al ver los trazos de colores hechos por los niños.





Finalmente apareció una abuelita y se instaló en el piano del comedor y nos ofreció hermosas piezas musicales: “Gracias a la vida”, “My Way”, “Caminito” y “Volver”.

Me despedí agradeciendo que nos permitieran pasar tiempo con ellos, a lo que la señora que tocaba el piano contestó: ¡Gracias a ustedes por venir!

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